Todos los 23 de diciembre veo en
el kiosco de Virginia (CeciMar) a las dos mismas personas sentadas en las
sillitas de plástico que hay en la puerta. Toman sidra casera (la prepara un
tipo del barrio ¡Es riquísima!). Hablan durante horas bajo el sosiego de la
sombra del tilo (¿qué otra cosa podría hacerse bajo la sombra de un tilo?) Ella
a pesar del deterioro que le provocan los años sigue siendo una señora
atractiva e increíblemente esperanzadora; él es un vago, un charlatán, pero transpira
bondad.
Los veo ahí sentados siempre desde
hace mucho, todos los 23 de diciembre. Antes cuando iba a comprar el arsenal de
petardos a la mesa que Virginia armaba en la vereda, me miraban de reojo y
armaban discusiones basadas en cálculos de por cuál de los dos tiraban mas cohetes.
Ella sabía que siempre fue por él, pero le discutía muchísimo porque se notaba
que le divertía mucho llevarle la contra. Hoy siguen discutiendo por lo mismo. “Bueno,
pero los niños esperan con más alegría mis días” cierra ella mientras levanta
cómicamente la nariz por sobre la línea del horizonte y desvía la mirada con categoría. Ríen.
Hoy paso con los envases de
cerveza tintineando en la bolsa, vacíos en la ida, llenos a la vuelta,
nuevamente vacíos en la ida, llenos a la vuelta y así sucesivamente durante todo el día, ellos me
miran y saludan diciendo “’¡Que sea con alegría amigo!” “Gracias, igualmente”
respondo con educación. Sigo con mis festejos mientras ellos siguen con sus
charlas y anécdotas, se emborrachan, alzan la voz… una vez lo escuche gritar a él parado
firmemente sobre sus pies y con el vaso en alto “¡Los judíos y los árabes se
pelean tanto porque no nos festejan” y ella mirando la nada alzaba su copa y apoyaba
“Y los hindúes también” “Y los chinos” agregó él…" "Los chinos no te celebran a
vos pero a mí un poquito me quieren…" Se ríen se abrazan y piden más sidra.
Tarde a la noche, ya con Virginia
entrando las cosas de la vereda al negocio, en noche clara y calurosa
ambos se despiden… ella alude que tiene mucho trabajo mañana y que no puede
tomar más. Él le desea suerte y paga la seña del envase para llevarse el resto
de sidra ya tibia para el camino. Se despiden hasta el próximo 23 de diciembre. Se
despiden contentos sabiendo que su alegría de alguna manera es como una
saludable enfermedad contagiosa para el mundo donde vivimos.
Se apaga la lamparita del
cartelito “Kiosco CeciMar” y Navidad y Año nuevo ya está rumbeando cada uno por sus caminos.
Galloynegro
Galloynegro