-Voy a escribir nuestra historia- me dijo.
Serge Gainsbourg me había advertido hace mucho tiempo atrás sobre el peligro que representaba una mujer como esta. “¡Es la mujer!” dijo Serge. Estaba borracho cuando lo dijo.
-Toda nuestra historia – dijo ella.
¿Qué historia? Si nosotros solo tenemos algunos momentos; felices pero pequeños, no le podemos llamar a eso historia.
Esta muchacha era obstinada. Sentada frente al escritorio de madera blanca, inundado de la luz que la “champagne” francesa disparaba desde la ventana de aquel adorable cuarto, ella sostenía un lápiz y un par de hojas resuelta a llevar a cabo su deseo.
- No me van a alcanzar estas hojas para escribir nuestra historia – insistía con un ingenuo aire de preocupación. Estaba despeinada (como siempre), sin maquillaje (como siempre), con sus pies y piernas desnudos (como me gustaba verla siempre) y cubierta con esa camisa liviana de hombre, que no era mía, ni de ella, y no quise preguntar de quién.
Se lo iba a decir, iba a aclararle que nosotros no tenemos historia, que dos hojas eran muchísimo mas que demasiado espacio para escribir algo sobre nosotros, que solamente una palabra alcanzaría para describir todo “lo nuestro”… se lo iba a decir, pero al ver su rostro iluminado, explorando con cierta extrañeza las coreografías que las minúsculas partículas de polvo hacían sobre un rayo de sol, decidí callar, decidí dejarla seguir con su plan de escribir lo que ella quisiera. Me senté a los pies de la cama (colchón de plumas) y esperé a que terminara.
Sé de vos
Colchón de pasto
Y de los paisajes paseándose por la ventanilla
Sé de las ganas de abrazarte horas.
De tu boca y la profundidad de tu mirada.
Sé de las gotas saladas de tu espalda.
Y la presión de tus manos.
Sé como se anudan tus piernas
Y como desanudarlas.
Sé de las campanas que resuenan en tu garganta
Y de los chasquidos de los pequeños huesos de tu mandíbula
Sé del peso de tus pasos sobre la madera.
Y de la huella de tu cabeza en la almohada.
Te he visto correr al baño.
Y comer de pie ante la heladera.
He montado el ritmo de tu respiración.
Y he soñado debajo de tu pera dormida.
Sé que hemos logrado pertenecernos
Mínimamente
Eternamente
Se que hemos hecho historia.
Y por eso puedo escribirla.
- Tenías razón – me dijo despertándome del encantador ensueño que ella provocaba.
- Me alcanzó con mucho menos que una hoja – Sonreía, sacudiendo el papel como si fuera un pañuelo.
GALLO NEGRO
5 comentarios:
Hermoso
as usual
gracias!
Gracias Negro, muy lindo.
Yo también te he visto correr al baño. Y comer de pie ante la heladera. Aunque no me resultaba hermoso.
buena y escéptica mirada, mas hay que creer.
si no que nos queda?
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